domingo, 18 de agosto de 2013

CASUALIDADES, capítulo I

Era un sueño muy estraño el que tenía. La biblotecaria de ojos

celeste, me perseguía a todas partes con la mirada. Pero lo más curioso fue, que no era la primera vez que su mirada protagonizaba mis siestas...

 

Los ladridos del perro del señor Dewitt me obligaron a despertar.

-¡Pero si son las once menos cuarto!-exclamé mentalmente.

Olvidaba que había quedado con Lucie a las once en punto.

Saqué la ropa a toda prisa, y aún más deprisa me la puse.

 Puedo decir que me peiné, pero estaria mintiendo; más bién: domé mis salvajes rizos castaños.

Bajé las escaleras de dos en dos. En el comedor estaban todos: mamá, papá, Jade; mi hermana mayor y Wendy; la pequeña.

-¡Buenos días!-les dije andando hacia la puerta.

-Hay madalenas de tia Izzie en la encimera.-dijo mi madre mordiendo una de sus irresistibles tortitas.

-¡Oh! Perfecto, gracias.

Cogí una magdalena de xocolate, y por fin, salí por la puerta.

Once y dos: llegué a la cafetería donde había quedado con Lucie. Ella ya estaba dentro, en una mesa junto a la ventana. Entré. Su boca llena de xocolate me sonrió, y acto seguido me saludo con la mano.

-Después de esto podríamos ir a la biblioteca, hace tiempo que no leo, y querría mirar algún libro.-le propuse.

-Vale. Y de paso devuelvo el libro que me saqué el mes pasado.

-¿El mes pasado, Lucie?-le dije, aunque no muy sorprendida.-Almenos te lo habrás leído...

-Más quisieras tu-me dijo riendo.

Una camarera muy seria, se dirigía hacia la mesa en la que estábamos:

-¿Les pongo algo señoritas?

Quince años y ya me hablan de usted...

-Un té verde por favor.

-Y otro chocolate para mí.-Esa era Lucie.

-Pequeño, ¿Verdad?-Le preguntó la estrecha camarera mientras apuntaba en su minúscula libreta.

-El más grande que tenga porfa.

La camarera apartó la mirada de su cuaderno y se quedó mirando a Lucie.

-Muy bien... Enseguida.

-Lucie, ¿Cuántas llevas?-le pregunté algo extrañada.

-¿El qué? ¿Tazas de chocolate? Tres.-Me respondió.

-De verdad no sé como puedes estar tan delgada...

-Aquí tienen señoritas.-Me interrumpió la camarera sirviendonos las tazas.

-Gracias.-le dije.

-A tí.-respondió esta vez algo sonriente.

Después de estar hablando un rato con Lucie, nos dirigimos a la bibliotca.

Al entrar sonó la campanita de la puerta. Dejé de notar el olor de humo de coche y pude dejar paso al olor que desprenden las páginas de cada uno de los libros que descansaban en las estanterías.

-¡Oh, mira!-Me dijo Lucie.

-¡Es mi prima Álex!-me dijo acercándose a ella.

Yo seguí buscando la estantería con el cartel de: "15 a 17"; o como la llama Wendy: "La estantería de los libros gordos". La encontré por fin, estaba junto a la esquina.

El primer libro que me llamó la atención fue uno que parecía tener muchos años de antigüedad. Lo cogí, y lo ojeé. Tenía buena pinta, aunque letra pequeña, y al cerrarlo... A partir de 17 años”.

Fuí a consultarle a la encargada:

-Disculpe, ¿me puede ayudar con este libro?-le dije sin levantar la mirada de este.

-Claro, Amber. Dime.

Me quedé algo paralizada.

-¿Cómo sabe usted mi nombre?

Y... al mirarla, le ví el pelo: oscuro, la piel: clara, y lo que me dejó de pierda; los ojos: azul celeste.

Ella se sorprendió con la pregunta, y se puso tensa, muy tensa.

-Lo siento, te he confundido con otra persona.-Me dijo tartamudeando.

Corrí hacia Lucie, la cogí del brazo y salí a toda prisa de la biblioteca. Se lo expliqué todo.

-Vaya casualidad, ¿verdad?

-Las casualidades no existen.

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